La radio no se tira

Hoy, como cada año que saco un rato, he fotografiado el bodegón de desayuno de mi aniversario. El de hoy es especial, redondo, como de paso de una frontera invisible: cumplo 50.

En otras ocasiones, bajaba a recoger El País y compraba churros. Esta vez… pues ha sido que no. Vienen las explicaciones. Desde hace 6 años, un día antes que el mío se celebra uno que me importa más: el de mi hijo pequeño. Ayer nos quedamos hasta medianoche jugando al escondite, a las cosquillas, balando y viendo cuentos en YouTube (Los tres cerditos, Las siete cabritas y el lobo… somos unos clásicos). Así que esta mañana se hacía cuesta arria madrugar para salir a la calle.

Los 50 son un poco como pasar una frontera invisible

Y de los churros, no mentiré: cada día me concedo algún exceso, pero intento cuidarme. No solo por estética, también por salu. Los kilos de más se notan en mis varices, en una menor agilidad, siento que me ralentizo. Por tanto, churros fuera. Y el diario lo he sustituido por un libro de los que duermen desde hace meses en un estante a la espera de que pase de mi mundo al suyo durante un rato.

La taza, el plato y las velas. Hablan por si solos y no los arregla ni un flltro de Instagram. Las velas son recicladas; guardo un bote lleno en la cocina para cuando compramos el pastel y se nos olvida añadirlas. La vajilla estaba sucia. Si hubiera puesto un lavavajlas anoche, habrían faltado algunas piezas para aprovecharlo, y ya he perdido la cuenta de cuántos récords de precio ha marcado la electricidad los últimos meses. Además, si el mundo se va finalmente al cuerno por los daños al medio ambiente, que no sea mi lavavajillas la gota que colme el vaso.

Pese a que ya no es la misma, mi respuesta es siempre «la radio no se tira»

Y la radio, aparte de la pegatina de gato, de dudosa estética, que le ha colocado el cumpleañero que me ha quitdo protagonismo, tiene una antena rota y la tapa de las pilas pegada con celo. Mi marido me ha ofrecido decenas de veces regalarme una. Es cierto que se ha ganado la jubilación a pulso. Me acompaña a todos lados cuando estoy en casa. Tanto que, por ejemplo, cayó un día de nuestro balcón al del vecino. Las voces de Josep Cuní, Javier del Pino, Carla Turró o Marta Romagosa se salvaron solo porque el balcón de abajo es mdio metro más ancho que el nuestro. Si no…

Mi respuesta al ofrecimiento es siempre la radio no se tira. Sé que no funciona como antes. Me cuesta más ajustar la frecuencia, no suena tan alta ni tan fresca. Su aspecto es más deslucido. En cierto modo, ya no es la que era. Sin embargo, no me parecen motivos suficientes para arrumbarla. En algunas cosas, aunque solo sea en recordarme el valor del tiempo y de lo vivido, incluso ha ganado. Es una superviviente, como todos. No, la radio no se tira.

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