Hace unas semanas Javier Cercas escribía un estupendo artículo en El País Semanal a raíz de una entrevista a Stephen King que el mismo sumplemento dominical había publicado. Pero más que la loanza a las sensatas y humildes declaraciones de King -uno de los reyes del best seller -lo que me gustó del texto de Cercas fue su reflexión sobre el origen y el sentido de las novelas.
El porqué de la escritura es un tema que me interesa. Ya lo traté en dos post anteriores Por qué escriben los escritores y Por qué escriben los escritores (2). Yo daba cinco razones propias que luego vi que compartía con muchos autores profesionales. A saber: vivir otras vidas, completar los diálogos que no llegamos a tener (o no como nos hubiese gustado), conjurar el miedo, entender y entendernos y por el gusto de hacerlo.
En la entrevista Stephen King explica que el motor para iniciar sus historias es la pregunta «Qué pasaría si…». Creo que fue a Ernesto Sábato a quien escuché (más bien leí) que eso, la interrogación sobre una acción potencial y sus consecuencias, era un poderoso motor para empezar a llenar la hoja en blanco. De esa pregunta poderosa extrae Cercas la afirmación de que del diálogo entre todos los personajes de la novela surgen, para el escritor y para el lector, «vidas hipotéticas, caminos que nuestra existencia pudo seguir y no siguió o aún no ha seguido». No puedo estar más de acuerdo.
Tal vez por eso muchos autores dan vueltas sobre el mismo tema una y otra vez. Las relaciones de pareja, los hijos, la muerte, el pecado, la culpa… Cada uno tiene sus obsesiones que vuelca en el papel. Yo voy identificando las mías. Me encanta el final del artículo de Javier Cercas, aquí os lo dejo.
Así funcionan las novelas; tanto para quienes las escriben como para quienes las leen, eso son: vidas hipotéticas, caminos que nuestra existencia pudo seguir y no siguió o aún no ha seguido. Y para eso necesitamos las novelas: para vivir de mentira lo que no pudimos o no quisimos vivir de verdad, para enriquecer nuestras vidas, para ensayar el futuro y prepararnos para él o protegernos de él, para vivir del todo.