La violencia de género o el desprecio por el otro

Hay dos temas hoy que me están sacando de quicio. Uno es la lacra interminable de la violencia de género (o contra la mujer, o violencia machista). El otro son las declaraciones de Rafel Hernando, del Partido Popular, en un programa que no voy ni a nombrar, diciendo que «algunos se han acordado de su padre cuando había subvenciones para encontrarlo». Lo ha dicho cuando se hablaba del tema de las víctimas del franquismo y de las peticiones para que se desentierre a los muertos que aún siguen en cunetas y fosas comunes.

Lazo contra la violencia de género

En ambos casos hay una falta de respeto por las personas, por las víctimas, que me subleva. Como cuando escuchas a alguna gente quitarle importancia al maltrato a la mujer. Sí, todavía hay quien lo hace. Sacando a relucir supuestas denuncias falsas (debe haber alguna, sin duda, mala gente hay en todas partes, hombre y mujeres, pero no son mayoría), o recordando que también hay hombre maltratados (también los habrá, seguro, pero se defiende especialmente a la mujer porque la situación es mucho más habitual; porque termina trágicamente en muchas más ocasiones; y porque suele ir acompañada de una mayor situación de vulnerabilidad por parte de la víctima: por inferioridad en cuanto a la fuerza del hombre, por mayor dependencia económica y porque persiste cierta tolerancia que se arrastra de antiguo y no ha desaparecido).

Yo quiero que deje de ser necesario dedicar un día (el 25 de noviembre) a este tema. También me sobra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora (el 8 de marzo) pero, por desgracia, aún continúa siendo necesario reivindicar igualdad (de hecho, no de palabra ni de ley) en ese terreno. Y de las víctimas del franquismo, qué decir: no tienen ni día, nunca se les ha hecho un acto general de desagravio a los familiares. Y no parece cerca el momento de que eso cambie. Y sería de justicia.

Día Internacional contra la Violencia de Género

Lazo contra la violencia de géneroEn unas horas será 25N, que no és únicamente el día de las elecciones en Cataluña, sino también el Día Internacional contra la Violencia de Género. Sigo sin entender esta lacra, como la mayoría de mujeres, y hombres, de este país. Pero como por desgracia sigue ocurriendo, hay va un pequeño relato dedicada a las mujeres que están pasando o han pasado por ello:

RES EXTRAORDINARI

Mira estranya’t com una llàgrima comença a baixar per la meva galta.

– Per què plores –em pregunta.

– Pel que has dit –barbotejo.

– T’he dit seu, treu-te les sabates i mira alguna cosa a la televisió mentre preparo el sopar; no em sembla res extraordinari.

He recordat una discussió amb el meu ex, que m’escridassà per voler veure una sèrie que m’agradava. Bé, aquella va ser una de tantes excuses per iniciar el ritual de sempre. “No fas res en tot el dia, no vals ni el menjar que et prens, i a sobre he d’aguantar veure aquesta merda a la tele!”. Així va començar aquella vegada, una de tantes nits en què aquell home, que una vegada vaig pensar que m’estimava, va actuar sentint-se amo de la casa i de mi mateixa.

Abraço amb força la meva actual parella i li responc:

– Tens raó, no és res extraordinari.

Violencia

El 7 de marzo de 2008 escribí este post en un blog que tenía por aquellas fechas. Hablaba de dos tipos de violencia: el terrorismo de ETA y la violencia contra las mujeres. El primero, si nada se tuerce (lo digo cruzando los dedos) ha llegado a su fin. En cambio del segundo hay un goteo continuado de malas noticias. Por eso he recuperado la entrada. La copio a continuación:

Hace unas horas, ETA ha vuelto a matar. Una vez más, alguien ha decidido arrogarse el derecho de decidir sobre la vida de los demás. Da tanto asco, tanta rabia y tanta pena volver a escuchar las palabras de siempre en los noticiarios. «No podrán con los demócratas», «son sus últimos coletazos»…

Conseguir matar es fácil. No siempre, pero sí si a uno no le importa jugarse la propia vida o si, como en este caso, se elige un objetivo desprevenido. Espero que las manifestaciones de repulsa del lunes sean multitudinarias. Me da miedo pensar que sirvan poco más que para vomitar el cabreo de muchos, para ejercer el
derecho al pataleo.

El problema es que ellos no escuchan. Tienen un discurso de autojustificación que hace aguas por todos lados, pero les vale. Los seres humanos tenemos una capacidad
casi infinita de justificar lo injustificable. Para salirnos con la nuestra y que, pese a todo, no se nos caiga la cara de vergüenza y, sobre todo, para que no se nos desmonte el chiringuito que hemos armado para tirar para alante con nuestras miserias a cuestas.

Estoy segura de que no es muy diferente la película que se explican a sí mismos los terroristas que la que se cuentan aquellos que ejercen la violencia machista. «Se lo merecía», «se lo buscó», «no me quedó otra salida», «es culpa suya»… Lo único que cambia es la respuesta de la sociedad. Hace poco, cuatro mujeres, tan inocentes como el ex concejal Isaías Carrasco, fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas.

Laura, María Victoria, Virma y María Jesús eran, al igual que Isaías, gente corriente que no merecía ese final. Nadie llamó a una convocatoria en las calles de todo el país. Quizás pensaron -pensamos- que los de ellas son casos particulares, sin un agresor común. Pero, aunque es cierto que los asesinos eran distintos, el trasfondo es el mismo: un sustrato en la sociedad que lleva a pensar a algunos que sus mujeres son SUYAS, y que cuando se vuelven una presencia incómoda, pueden, como propiedad suya que son, desembarazarse de ellas.

Creo que sólo el día que todos gritemos bien fuerte que son los asesinos y no las víctimas los que no tienen cabida en esta sociedad, empezarán a cambiar las cosas. Son pocos -por supuesto, la mayoría de hombre no son así-, pero son demasiados. Uno solo ya es demasiado. A ver si entre todos desmontamos su coartada (07.03.2008).