Si es que son como niños…

Sí, ellos mismos se definen como tal con sus acciones: los hombres (una parte de ellos, al menos). Cuando ocurren cosas como los magreos a chicas (unas más borrachas, otras menos, unas que se han subido la camiseta solas, otras con las que ese primer paso lo han dado los chavales que las aupaban… de todo habrá) en los Sanfermines de Pamplona, la Red se inunda de comentarios tipo (los he leído) «venga ya! no tiene cara de estar pasándolo mal precisamente», «quien se mete ahí ya sabe a lo que se arriesga», «con un montón de hombres bebidos no esperarán que se comporten como caballeros», etc.

Sanfermines_Machismo

Me ha recordado a la explicación que me dio un guía egipcio de religión musulmana sobre por qué las mujeres y los hombres oraban por separado en las mezquitas. Era más o menos lo que sigue (aclaro antes que el guía había estudiado, vivía a caballo entre su país y España…; es decir, que no era un integrista que viviese aislado en un pueblo recóndito): «Rezamos postrados en el suelo; imagina que tuviésemos delante a un montón de mujeres en esa misma posición; sería demasiado tentador». Ah, o sea, como hay hombres que no han sido capaces de evolucionar lo suficiente para dominar sus instintos y respetar a las mujeres que no quieren tener sexo con ellos, se las relega, se las considera pecaminosas y peligrosas y todos tan contentos.

A lo mismo me han sonado los argumentos sobre los sucesos grabados estos días en nuestra fiesta más internacional y conocida. «Como algunos de nosotros cuando bebemos no sabemos comportarnos, no vengáis a la fiesta; si lo hacéis, no se os ocurra beber; y nada de enseñarnos el sujetador o un pecho, porque eso nos da bula para tocaros ese pecho (y ya de paso el culo y todo lo que esté al alcance de nuestras manos)». ¿No hay límites? ¿El estar bebido y de fiesta te da derecho a extralimitarte? ¿Incluso aunque la chica intente evitar (harto difícil) que la cosa vaya a más? ¿O que sea obvio que no está en condiciones de pararlo? Así que si ella bebe, se lo ha buscado, por imprudente, por boba. Y si él bebe, hay que disculparlo. Lo dicho, si es que son como niños…

De mujeres con (o sin) estrella

La escritora, guionista y periodista colomense Belén Carmona

La escritora, guionista y periodista colomense Belén Carmona

El jueves tuve la suerte de poder asistir a el preestreno de la película La Estrella. Lo hice en la ciudad en la que están ambientadas tanto la película como la novela en la que está basada, obra de Belén Carmona, que también coescribió el guión con Alberto Aranda, el director de La Estrella. Por cierto, tengo el gusto de conocer a Belén, pero eso no va a condicionar esta crítica más allá de la simpatía que le tengo. Porque, como no me gano la vida con esto y aquí decido yo de qué escribo, si no me hubiese gustado la película, con no decir nada, santas pascuas plin.

La Estrella es una buena ópera prima. Tiene pulso, está bien ambientada, hace una buena selección de personajes a partir de la gente que vive en una ciudad del extrarradio barcelonés, como es Santa Coloma, pero podría ser Badalona, o L’Hospitalet, y toca, con sutileza, temas duros como el de la violencia de género, tan de actualidad (por desgracia) estos días. En Santa Coloma vive, sobre todo, vecinos con raíces andaluzas (y extremeñas, gallegas…), pero también personas de padres y abuelos catalanes, o no, pero que hablan catalán (como el novio de Estrella, la protagonista), o que utilizan una u otra lengua según con quien se relacionan en cada momento. Y también inmigrantes chinos, magrebíes, pakistaníes… En cualquier caso, es gente auténtica, con problemas reales (la crisis, el derrumbe de la burbuja inmobiliaria, las dificultades en el camino hacia la integración de personas de culturas distintas, etc.).

Y aunque tiene momentos tristes, incluso dramáticos, La Estrella habla de seguir hacia adelante, de apoyar a los amigos, de tomar las riendas de la propia vida. Hasta de ver la botella medio llena, en estos momentos en que es difícil no verla medio vacía. En cualquier caso, a través de la pantalla se palpan las ganas que se le han puesto a la película, en la que un director novel ha conseguido reunir a actrices de la talla de Carmen Machi o Íngrid Rubio, que están soberbias, sin desmerecer el trabajo del resto del reparto, donde yo también destacaría a Fele Martínez.

En resumen, que si pagáis los euros (ahora más, gracias a la subida del IVA de la cultura) que cuesta la entrada, creo que no saldréis decepcionados. Han conseguido estrenarla en 100 salas, todo un logro con la dura competencia de las películas de Hollywood. Ojalá aguante lo suficiente en cartel como para que Alberto Aranda pueda ofrecernos un nuevo título dentro de poco. Os dejo el tráiler.

Captura de pantalla 2018-05-15 a las 18.02.15

Día Internacional contra la Violencia de Género

Lazo contra la violencia de géneroEn unas horas será 25N, que no és únicamente el día de las elecciones en Cataluña, sino también el Día Internacional contra la Violencia de Género. Sigo sin entender esta lacra, como la mayoría de mujeres, y hombres, de este país. Pero como por desgracia sigue ocurriendo, hay va un pequeño relato dedicada a las mujeres que están pasando o han pasado por ello:

RES EXTRAORDINARI

Mira estranya’t com una llàgrima comença a baixar per la meva galta.

– Per què plores –em pregunta.

– Pel que has dit –barbotejo.

– T’he dit seu, treu-te les sabates i mira alguna cosa a la televisió mentre preparo el sopar; no em sembla res extraordinari.

He recordat una discussió amb el meu ex, que m’escridassà per voler veure una sèrie que m’agradava. Bé, aquella va ser una de tantes excuses per iniciar el ritual de sempre. “No fas res en tot el dia, no vals ni el menjar que et prens, i a sobre he d’aguantar veure aquesta merda a la tele!”. Així va començar aquella vegada, una de tantes nits en què aquell home, que una vegada vaig pensar que m’estimava, va actuar sentint-se amo de la casa i de mi mateixa.

Abraço amb força la meva actual parella i li responc:

– Tens raó, no és res extraordinari.

8 de marzo, Día de la Mujer Trabajadora

Contenta de ser mujer y de ser mujer trabajadora. Y harta de que cada año por estas fechas se publiquen las mismas estadísticas y porcentajes, punto arriba, punto abajo: que cobramos menos por hacer lo mismo, que no alcanzamos los puestos de dirección pese a estar igual o mejor formadas que los hombres que sí lo hacen… Por no hablar de la lacra de la violencia de género; o del machismo latente en algunos hombres (todavía demasiados) que (por la boca muere el pez…) les lleva a decir sandeces. Y lo peor es que algunos de esos hombres ostentan altas responsabilidades (estoy pensando en algunas decisiones judiciales, en ciertas legislaciones, etc.).

Señores, sacúdanse el machismo de encima. No es bueno para nosotras, pero tampoco para vosotros. Si las mujeres avanzan, la sociedad (todos) también. Cambiar inercias cuesta, requiere un esfuerzo. Pero las recompensas merecen la pena. Hay muchos estudios que demuestran que las sociedades que promueven la igualdad funcionan mejor a todos los niveles (a parte de ser más justas, que tampoco es una cuestión baladí). Quizás os sea más fácil si dejáis de pensar en abstracto: ‘las mujeres’ no son un ente indefinido (y mucho menos ‘el enemigo’). Son vuestras madres, vuestras parejas, vuestras hermanas, hijas, amigas… A ver si entre todos cambiamos la estadística y rompemos algún que otro techo de cristal (simbólicamente, claro).

PTA.: Hay honrosas excepciones. Así que quien ya se esté aplicando el cuento, que no se dé por aludido. Yo conozco a algunos : – )

Violencia

El 7 de marzo de 2008 escribí este post en un blog que tenía por aquellas fechas. Hablaba de dos tipos de violencia: el terrorismo de ETA y la violencia contra las mujeres. El primero, si nada se tuerce (lo digo cruzando los dedos) ha llegado a su fin. En cambio del segundo hay un goteo continuado de malas noticias. Por eso he recuperado la entrada. La copio a continuación:

Hace unas horas, ETA ha vuelto a matar. Una vez más, alguien ha decidido arrogarse el derecho de decidir sobre la vida de los demás. Da tanto asco, tanta rabia y tanta pena volver a escuchar las palabras de siempre en los noticiarios. «No podrán con los demócratas», «son sus últimos coletazos»…

Conseguir matar es fácil. No siempre, pero sí si a uno no le importa jugarse la propia vida o si, como en este caso, se elige un objetivo desprevenido. Espero que las manifestaciones de repulsa del lunes sean multitudinarias. Me da miedo pensar que sirvan poco más que para vomitar el cabreo de muchos, para ejercer el
derecho al pataleo.

El problema es que ellos no escuchan. Tienen un discurso de autojustificación que hace aguas por todos lados, pero les vale. Los seres humanos tenemos una capacidad
casi infinita de justificar lo injustificable. Para salirnos con la nuestra y que, pese a todo, no se nos caiga la cara de vergüenza y, sobre todo, para que no se nos desmonte el chiringuito que hemos armado para tirar para alante con nuestras miserias a cuestas.

Estoy segura de que no es muy diferente la película que se explican a sí mismos los terroristas que la que se cuentan aquellos que ejercen la violencia machista. «Se lo merecía», «se lo buscó», «no me quedó otra salida», «es culpa suya»… Lo único que cambia es la respuesta de la sociedad. Hace poco, cuatro mujeres, tan inocentes como el ex concejal Isaías Carrasco, fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas.

Laura, María Victoria, Virma y María Jesús eran, al igual que Isaías, gente corriente que no merecía ese final. Nadie llamó a una convocatoria en las calles de todo el país. Quizás pensaron -pensamos- que los de ellas son casos particulares, sin un agresor común. Pero, aunque es cierto que los asesinos eran distintos, el trasfondo es el mismo: un sustrato en la sociedad que lleva a pensar a algunos que sus mujeres son SUYAS, y que cuando se vuelven una presencia incómoda, pueden, como propiedad suya que son, desembarazarse de ellas.

Creo que sólo el día que todos gritemos bien fuerte que son los asesinos y no las víctimas los que no tienen cabida en esta sociedad, empezarán a cambiar las cosas. Son pocos -por supuesto, la mayoría de hombre no son así-, pero son demasiados. Uno solo ya es demasiado. A ver si entre todos desmontamos su coartada (07.03.2008).