Cosas bonitas para Zachary

Íbamos de excursión familiar en tren, ya no recuerdo a dónde, tal vez a la playa. En aquella época éramos tres, y Sara, que debía tener 4 o 5 años, siempre llamaba la atenció de alguien. Era un inmejorable gancho para establecer conversación con desconocidos. Sin duda, la de aquel día fue de las más curiosas.

Un matrimonio mayor, con indudable pinta de extranjeros, nos preguntó en inglés por el nombre de nuestra hija, su edad, nos comentó lo guapa y simpática que era… Y entonces vino la explicación. Eran de Nueva York y estaban de ruta por toda Europa. Les daba tanta pena que su nieto Zachary (que tenía más o menos la edad de Sara) no hubiese podido viajar con ellos que le habían prometido una cosa. Y ahí vino la petición, acompañada de la exhibición de un peculiar detalle… Sacaron una foto, impresa a considerable tamaño, de la cara de su nieto. Nos explicaron que la promesa consistió en que harían fotos de las cosas que más les gustasen durante el trayecto junto a la imagen de Zachary. Y una de esas ‘cosas’ era Sara. A nuestra hija nunca le ha gustado que le tomen fotos así que, por supuesto, le pregunté. Y, reconozco que lo preferí, me dijo que no quería que la retratasen.

Estos días, en plenas elecciones americanas, pensaba en esta anécdota. El matrimonio era encantador, y la petición no tenía malicia alguna, estoy segura. Pero fue todo un poco marciano, un tanto snob. Cuando oigo decir que muchos americanos, aunque no coincidan en todo con Donald Trump, le votan porque lo sienten como uno de los suyos, puedo entenderlo, sin dejar de extrañarme por ello. Los demócratos les parecen a menudo un tanto extravagantes, como una película de Woody Allen en la que no podrían ni acercarse al casting.

Además, a mucha gente le gusta el abusón de la clase, mientras que no la tome directamente con ellos. Les hace gracia su descaro, que diga lo que quizás ellos también piensan pero no se atreven a decir, las soluciones (o no) por la vía rápida… Es como esas estrellas mediáticas que tienen como mayor mérito la falta de pudor y la rapidez en soltar supuestos zascas. A muchos les hacen gracia (hubo una encuesta en España donde no pocos dijeron que votaría a Belén Estebán en unas elecciones), aunque nadie querría tenerlas como vecinas o como presidentas del AMPA. Pero allá a lo lejos…

Creo que también entra en juego cierto pragmatismo de los americanos frente a muchos europeos. Al final, son legión los que votan con el bolsillo. Así que si un presidente nefasto en algunos aspectos (o en la mayoría, como Trump), por buen hacer o por azar, les ha dejado con una mejor situación económica tras los últimos cuatro años, tendrá su voto para los cuatro siguientes.

Parece que, pese a todo, este cuento va a tener un final feliz en pocas horas. Sin emargo, ¿lo pondrá fácil Trump comportándose como un buen perdedor y priorizando el bien común? Lo dudo mucho.