Javier Marías me asusta

Portada de Los enamoramientos.He acabado hace poco el libro «Los enamoramientos», el último publicado de Javier Marías. Me ha ocurrido lo mismo que con la trilogía «Tu rostro mañana»: la sensación de que este hombre tiene una facultad poco común para analizar a las personas y descubrir el porqué de lo que enseñan y también aquello que intentan ocultarnos. 

Por eso el título de esta entrada. Una tiene la sensación de que, si lo conociese, poca cosa podría esconderle en lo relativo a sentimientos y motivaciones. Claro que cuesta más ser perspicaz en la vida real. Todos perdemos perspectiva y capacidad de análisis cuando formamos parte de una historia. Leyendo algunas situaciones no podía evitar pensar aquello de «sí, yo lo he vivido así, pero Marías lo explica mejor que yo». Para mí, eso define a un buen autor: Reconocerse en el libro, en alguna sensación, relación, pensamiento.

El libro me ha gustado. No tanto como Tu rostro mañana, pero me ha gustado. Aquello que se podría considerar su principal defecto, es a la vez su principal virtud (a mi entender; para gustos los colores): los textos de Marías son disgresivos, constantemente te lleva de la acción (que a veces, parece pensada para sostener el discurso del autor) al pensamiento, a la reflexión. Yo creo que alcanza un buen equilibrio, pero he visto por ahí que hay quien se cansa de escuchar a Marías hablar más alto que a sus personajes (o hablar a través de ellos; ¿o sería «a partir» de ellos?).

A mí me atrapa, me lleva casi siempre por donde quiere y me obliga a devorar sus libros. Así que, gracias Marías, por escribir tan bien, por hacerme pensar y sentir y por haberme dedicado tu libro el pasado Sant Jordi.

Pobres mitómanos, pobres escritores

Este Sant Jordi me estrené como cazadedicatorias en las Ramblas. Fue un estreno modesto, pero intenso. Hice cola (¿cola? Más bien era una masa informe de gente,
en un espacio demasiado pequeño para tanto fan) para que Javier Marías me firmase su último libro: Los enamoramientos. Estuve como hora y media apretujada, con instantes de desfallecimiento en los que llegué a pensar que nunca alcanzaría a ver la mesa de firmas.
Creo que el grandísimo Marías estaba casi tan incómodo como yo. ¿Qué se le puede decir a un escritor que ha estampado ya 50 firmas (more or less) y tiene al menos 100 más por escribir? ¿Que te encanta su libro, que aún no has leído? ¿Que le admiras (es obvio, si no, no estarías allí)? Y él, ¿qué te puede decir él a ti?
Para romper el hielo, le comenté que seguía desde siempre sus artículos en El País. No creo que me escuchara. Eso sí, es justo explicar que tuvo la sensibilidad de preguntarme si quería que me lo dedicara como Carmen o como Carme. La dedicatoria, estándar imagino: «Para Carmen, y que lleve ojo con quien la
enamore». Tomo nota, Marías.
Es una situación soñada por todo aquel que escribe. Gente que te admira, que da valor a tus palabras. Pero también rara, forzada… Y eso en el caso de quienes se convierten en los campeones de las firmas ese día. Al lado estaba Rosa Montero, otra buena escritora, a mi entender. Pero este año Marías era un compañero de mesa muy fuerte, un peso pesado para todos los que veníamos de leer su tremenda trilogía «Tu
rostro mañana». Así que Javier gastaba juego de muñeca y Rosa tenía algunos intervalos que se le debían hacer eternos por comparación.
En fin, que Sant Jordi es un día duro para los lectores (por los achuchones, sobre todo) y para los escritores. Y aún así, quien pudiera sentarse un día en una de esas mesas.
Soñar es gratis. Y hermoso.

PTA. Esta entrada la publiqué originalmente el pasado 3 de mayo en mi anterior blog, vadeletras, al que le he perdido la pista (ya no puedo acceder a él). La replico aquí.

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